Tu a Boston y yo...¡Yo a mi casa! (2ª parte)

Hoy me gustaría retomar una secuencia de entradas dedicadas a aquellos chicos que pasaron ocasionalmente por mi vida... y me gustaría hacerlo contando el final de un 'encuentro' que ya adelanté hace tiempo. ¿Recodáis el post "Tu a Bostón y yo...¡Yo a mi casa!"? Bueno pues para aquellos que no, os pongo en antecedentes...

Un policía en prácticas bastante "ocupado", una cita en un lugar poco apropiado y un final cuyo protagonista fue otro chico cuyo encuentro fue menos accidentado pero no menos desagradable.
Bien, nuestra historia no podía quedar así. La verdad es que de todas las citas fue la más buscada y aunque el final fue algo descorazonador, tampoco supuso algo que se pudiera haber evitado. Y esto mismo puede servir de inicio y como conclusión para lo que fue y significó nuestra siguiente cita.

Lo deseaba, tengo que admitirlo. Deseaba ver cuáles eran sus armas y, sobretodo, cómo las usaba. Lo deseaba tanto que no desperdicié la oportunidad de encontrarme, un fin de semana, sola en mi casa.

Así que hice lo propio. Le llamé y por lo que pude adivinar ya tenía planes, pero debían de ser menos atractivos que mi propuesta de venir a mi casa a "ver una película". Y todos sabemos que eso solo significa una cosa cuando los únicos espectadores es una "pareja" que no se conoce de nada. Si a ello le añadimos que nuestras intenciones nunca fueron un secreto, el resultado es que en menos de media hora se ya estaba llamando a la puerta.

Trajo películas muy interesantes y la anécdota de la noche se tradujo en varios intentos de que mi DVD leyera alguno de aquellos CD's pirateados que trajo. Era un trámite insignificante. Algunos se ponen música de fondo. Nosotros escuchamos una película bastante entretenida, hasta el punto de que se me pasó por la mente dejar a un lado nuestros "menesteres" con el fin de verla acabar, pero él ya había calentado motores, hasta un punto que yo solo pude imaginar viendo cómo fue el final.

Por si aún no es evidente, nos acostamos. Todo fue bien. Cumplía mis expectativas y lo hizo al menos durante los primeros 20 minutos... entonces, empecé a cansarme de tanto preliminar. Solo se me ocurrió que podían pasar tres cosas: no estaba lo suficientemente excitado, tenia algún problema o... y aquí curiosamente recordé una reciente conversación con una amiga, que me informó sobre algo en lo que yo no había caído: los tíos se masturban, a veces, poco antes de mantener relaciones para aguantar más.

Lo cierto es que nunca se lo he preguntado pero me dio la sensación que era la tercera opción. Perfecto. Después de mis experiencias con el "soy más rápido que una bala" (también descrito como "el pastel" y protagonista del post "Son-risas y lágrimas"), ahora resulta que me había tocado el "vamos, vamos que yo lo aguanto todo".

Algunas aquí quizás deseen su teléfono, yo, por mi parte, y siendo sincera me agoté. No era que quisiera parar es que necesitaba parar. Una tregua. Dos minutos. Pero él no, lo que me hacía descartar la primera opción: sí estaba excitado.

Así que hice un esfuerzo por aguantar ya no el ritmo, que era bastante lento, sino su continuidad. "Despacio y con buena letra", debía de estar pensando. A mi solo se me ocurría: "Un poco más. Solo un poco más. Queda poco. ¡Tiene que quedar poco!". Pero no, no y no. Y fue no por otros cinco minutos más, que se me hicieron 20.

Mis brazos no daban más de si, mis piernas comenzaban a entumecerse, el resto de mi cuerpo iba por su cuarto bostezo y, por si fuera poco, la película empezó a fallar produciéndose terribles silencios que yo ahogaba simulando que aquello estaba genial.

Faltó química, complicidad y algo de honestidad por mi parte, para ser franca. Así que cuando finalmente terminó, justo después de vestirnos y quiso volver a vernos una tercera vez, yo dije no. Al menos por un tiempo...

Comentarios