A mis veinti... casi 30

A falta de unas horas para la llegada de los 30, siento que el temido abismo que –me temo- no tendré más remedio que afrontar, está más cerca a cada hora que pasa y solo puedo pensar en qué haré con todo ese tiempo en el que nunca más podré decir que tengo venti…


Llega la temida crisis de los 30 y la encaro habiendo ya experimentado lo que es verse rodeada de amigxs y conocidxs casadxs y/o con hijos. Algo que sigo sin querer pero que empieza, poco o a poco, a incomodarme, debido al lento ritmo que avanza mi propio proyecto vital. Y es en ese momento cuando mi cinismo viene a rescatarme y me recuerda una de las pocas cosas que la crisis económica trajo a los de mi generación: la democratización de la casi nula posibilidad de independizarse, pues los pocos que conozco que lo han logrado, sin tener que recurrir a compartir piso (incluso si es con su pareja), lo ha hecho haciendo uso de segundo domicilio de sus progenitores. Eso no me consuela pero me tranquiliza. “Hay margen”, me digo.

Pero la realidad, la mía, viene a golpear mi puerta de nuevo y es que entraré en los 30 con un billete asegurado en las filas del paro, sin prestaciones de ningún tipo, porque bien es sabido que los autónomos vivimos de ilusión, como decía aquel anuncio de la ONCE, que estoy segura que pensó algún compañerx de otro sector que, como el mío, lleva años en la decadencia. “No importa. Sobreviviré o reinventaré”, me repito.

Trato de recordar cómo fue mi entrada a los 20. Creo que también entré en una especie de pánico, señal de lo poco que me gustan los cambios. “Debes que salir de tu zona de confort”, me comentan. Y yo no debo nada a nadie. Me gusta mi parcelita de comodidad, independientemente de si eso me convierte en una conformista. “¡Pues no te quejes!”, me grita mi conciencia. “Pues deja de mentir y repetir que todo esfuerzo tiene su recompensa”, le replico.

Y sí, no es verdad que eso de que todo el mundo que persigue su sueño, al final, lo logra. Y no es un pensamiento pesimista, al contrario. Creo que es importante aceptar la realidad como es, para poder disfrutarla de verdad, sin resentimientos ni lamentos por ‘lo que no fue’. No todos los que se esfuerzan llegan a ser el número uno, como tampoco es cierto que vayan a ser más felices que aquellos que se quedan en la cuarta posición porque es en la que se sienten cómodos, tal y como expuso tan magistralmente Odin Dupeyron en una entrevista.


Pero hay cambios que no tenemos más remedio que afrontar y el de número es solo uno más a una larga lista, que me fue dada aquel 28 de julio de 1989. Seguramente el drama será menos drama cuando, un año más, la suma no reste ni añada nada nuevo. No, ahora. Sin embargo, es esa incertidumbre lo que me perturba.

- “¿Será cierto?”, me pregunto. “¿Y qué haré si el mercado laboral me cierra puertas, a razón de mi nueva década?”.
- “Pues lo mismo que hiciste cuando la falta de experiencia era el obstáculo”, me responde mi memoria. “Actuar, moverte y buscar soluciones”, añade.

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